Antoine Boizot. "Apolo y Leucotea"
Cuando a partir del Renacimiento, la pintura empieza a
plasmar escenas mitológicas (antes solo
estaría permitido escenas bíblicas o retratos), todas las deidades grecolatinas
fueron imaginadas rubias.
¿Por qué?
¿No deberían haber sido representadas morenas dado el
supuesto lugar de su procedencia?
Apolo era rubio porque tiraba del carro del sol, vale, ¿pero
Afrodita, Ceres, Atenea?
¿Porque siempre se las ha representado rubias?
¿Qué atracción posee el rubio?, ¿la luz, el sol, el oro?
Ser rubio sería como llevar una aureola resplandeciente. No
es casual que el primer producto creado
en 1908 y comercializado a gran escala en 1927 para decolorar el pelo y basado
en el “secreto poder del agua oxigenada”, se llamara precisamente L´Oréal,
nombre que posteriormente se registro como marca para los demás cosméticos de
la casa.
Al margen de nacionalidad, etnia o momento histórico, a los
humanos les ha fascinado siempre el rubio, tal vez por esa aproximación al sol,
a la luz, al brillo.
El oro, ha sido el metal más valorado en las diferentes
etnias y lugares donde pudo ser obtenido y no porque sirviera para hacer
herramientas, que no vale, dada su
escasa dureza; sino por su espectacular brillo que le da a quien lo posee, la
ilusión de un trocito de sol entre las manos.
Cuando los españoles y portugueses llegan a América,
causaron confusión entre la población indígena ya que las cabelleras rubias de algunos de los
primeros, indujeron a pensar en los segundos que podría tratarse de dioses.
Pero la historia del poder rubio se remonta mucho más atrás.
Las prostitutas griegas se decoloraban el cabello con una pasta a base de alcalinos, posiblemente sosa
cáustica, porque así aumentaban su valor en el
negocio.
En Roma, y como heredad, se impone también el rubio en forma
de grandes pelucas elaboradas con pelo obtenido de los esclavos del Norte. Estos
esclavos poseían un alto valor en el mercado, como si de ovejas se tratara,
para recolectar periódicamente su pelo.
El escritor satírico hispano romano Marco Valerio Marcial,
escribe al respecto de Mesalina, esposa del emperador Claudio, y quien al
parecer se divertía por la noche en los prostíbulos tocada de una gran peluca
para disfrazarse, pero a la que todos conocían, “…mientras ella duerme en Roma, su cabello crece en las orillas del
Rin”.
Pero para quien no pudiera sufragar semejante gasto, quedaba
la opción de la decoloración, solo que esto estaba socialmente reservado a
prostitutas y efebos.
Pero el pedestal más alto para ser mas rubio aun, por encima de la peluca, y como signo de poder
económico, estaba la aplicación de polvo de oro en la cabellera, gesto que
estaba bien visto entre varones nobles (Nerón, Calígula, Cómodo, Caracalla).
Fotograma de "Los caballeros las prefieren rubias". 1953