sábado, 23 de agosto de 2014

Los caballeros (y no solo ellos), las prefieren rubias.



Antoine Boizot. "Apolo y Leucotea"

Cuando  a partir del Renacimiento, la pintura empieza a plasmar escenas  mitológicas (antes solo estaría permitido escenas bíblicas o retratos), todas las deidades grecolatinas fueron imaginadas rubias.

¿Por qué?

¿No deberían haber sido representadas morenas dado el supuesto lugar de su procedencia?

Apolo era rubio porque tiraba del carro del sol, vale, ¿pero Afrodita, Ceres, Atenea?

¿Porque siempre se las ha representado rubias?

¿Qué atracción posee el rubio?, ¿la luz, el sol, el oro?

Ser rubio sería como llevar una aureola resplandeciente. No es casual que el primer  producto creado en 1908 y comercializado a gran escala en 1927 para decolorar el pelo y basado en el “secreto poder del agua oxigenada”, se llamara precisamente L´Oréal, nombre que posteriormente se registro como marca para los demás cosméticos de la casa.

Al margen de nacionalidad, etnia o momento histórico, a los humanos les ha fascinado siempre el rubio, tal vez por esa aproximación al sol, a la luz, al brillo.

El oro, ha sido el metal más valorado en las diferentes etnias y lugares donde pudo ser obtenido y no porque sirviera para hacer herramientas, que no vale,  dada su escasa dureza; sino por su espectacular brillo que le da a quien lo posee, la ilusión de un trocito de sol entre las manos.

Cuando los españoles y portugueses llegan a América, causaron confusión entre la población indígena ya que  las cabelleras rubias de algunos de los primeros, indujeron a pensar en los segundos que podría tratarse de dioses.

Pero la historia del poder rubio se remonta mucho más atrás. Las prostitutas griegas se decoloraban el cabello con una pasta  a base de alcalinos, posiblemente sosa cáustica, porque así aumentaban su valor en el  negocio.

En Roma, y como heredad, se impone también el rubio en forma de grandes pelucas elaboradas con pelo obtenido de los esclavos del Norte. Estos esclavos poseían un alto valor en el mercado, como si de ovejas se tratara, para recolectar periódicamente su pelo.

El escritor satírico hispano romano Marco Valerio Marcial, escribe al respecto de Mesalina, esposa del emperador Claudio, y quien al parecer se divertía por la noche en los prostíbulos tocada de una gran peluca para disfrazarse, pero a la que todos conocían, “…mientras ella duerme en Roma, su cabello crece en las orillas del Rin”.

Pero para quien no pudiera sufragar semejante gasto, quedaba la opción de la decoloración, solo que esto estaba socialmente reservado a prostitutas y efebos.

Pero el pedestal más alto para ser mas rubio aun,  por encima de la peluca, y como signo de poder económico, estaba la aplicación de polvo de oro en la cabellera, gesto que estaba bien visto entre varones nobles (Nerón, Calígula, Cómodo, Caracalla).

Color del sol, de la luz, del oro, ¿Por qué nos ha de sorprender entonces, la gloria de las rubias?


Fotograma de "Los caballeros las prefieren rubias". 1953