Desde
que la diosa Hera retirara bruscamente de la boca de Hércules su pecho mientras
lactaba, formándose así una constelación de estrellas, la vía láctea, el pecho
femenino no ha dejado de ser protagonista en más de un episodio de la historia.
Fue
el pecho de Helena el que turbó a Páris hasta el punto de provocar una épica
guerra, y son los pechos desnudos de una simbólica madre como representación de
la patria libre, los que animan a sus hijos hacia las barricadas, durante la revolución francesa. (Fig.
1)
Según
Sigmund Freud, “el primer objeto sexual de un niño es el pecho materno, el cual
se vuelve paradigmático de todo vínculo de amor”. Y es que aunque la glándula
mamaria es un órgano que caracteriza a los mamíferos y cuya finalidad esencial
es asegurar la continuidad de la especie mediante la nutrición de las crías, en
la especie humana deja de ser un simple órgano glandular para adquirir otras
funciones como la estética y la erótica.
Está
clara la importancia del pecho femenino en la perpetuación de la especie,
evidentemente como fuente de alimento de las crías, pero antes ya fue un foco
de atracción sexual para la pareja.
La
atracción que las mamas femeninas ejercen sobre el ser humano es innegable, y
ya no solo eróticamente sobre el sexo contrario, sino estéticamente sobre la
misma mujer portadora que se preocupa de su belleza y lucimiento.
Tal vez tenga razón Marilyn Yalom en
su obra Historia del pecho cuando
dice que puesto que la mujer había estado tradicionalmente anulada en la gran
mayoría de las civilizaciones, la estética de la representación del pecho
femenino se habría realizado en base al gusto y preferencia masculinos, ya que
en última instancia este sería el público que contemplaría y adquiriría las
obras de arte.
De
tal forma que el canon de belleza del pecho femenino no corresponda al gusto de
su portadora sino del varón del momento. Si esto es así, no obstante la mujer
conocedora del valor como elemento de seducción de su pecho habría secundado
entonces el mantenimiento de unos estereotipos de belleza que le fueran útiles
como dicho elemento seductor.
No
hay otra parte del cuerpo, después de la cara, en el que la mujer mantenga
mayor número de cuidados para aumentar o preservar su belleza. Esta es la
región corporal femenina donde se
depositan en primera instancia las atracciones sexuales, muy por delante de
cualquier otra área del cuerpo y la falta real o subjetiva de belleza del
pecho, pude significar para la mujer una pérdida de autoestima suficiente como
para influir en su relación social y de pareja.
A
través de la historia, la mama femenina ha sido un constante motivo de
atracción que, reiteradamente, aparece en los testimonios del arte como un
elemento cargado de significados religiosos, mágicos, antropológicos o
estéticos.
De
aquí la importancia que desde el inicio de las civilizaciones ha adquirido esta
parte del cuerpo de la mujer y que vemos reflejada en numerosas obras de
literatura ya desde el inicio de la escritura.
En
el extenso panorama antropológico destacan siempre como constantes
centralizadas en la mama las dos funciones de la feminidad como elemento de creación
materna y como medio de seducción amorosa.
Cada cultura pone el acento en la valoración de una función con respecto
a otra; así las mamas de la Artemisa de Éfeso (fig. 2) destacan la fertilidad, y las mamas
de cualquier representación de Venus, la atracción amorosa. (fig. 3)
Fig. 2 Artemisa de Éfeso (siglo I d.C.) Museo
arqueológico de Éfeso
Fig. 3. W. Adolph Bougereau. El nacimiento de Venus.
Museo de Orsay. París
Son
múltiples las referencias bibliográficas que ya en la antigüedad nos hablan de
esta atracción y como debe manejarse para la consecución de sus objetivos.: en
el Ars Amandi de Virgilio, se
instruye a la mujer sobre cómo debe vestirse para lucir un pecho más atractivo:
….”
Si el pecho es escaso, que los ciña con una venda”.
Se
infiere que el atractivo de las mamas como objeto de atracción sexual, no pasa
precisamente por el de volumen escaso.
También
El
cantar de los Cantares atribuido
tradicionalmente al propio Rey Salomón, (hoy sabemos que pudo ser más
posterior, no obstante escrito entre los siglos X a III a.C.) dedica unos
versos a exaltar la belleza de los pechos y el sentimiento que estos despiertan
en el amante:
Que
hermosa eres (Cantar de los Cantares)
Salomón (siglo X a. C.)
…….. Tus dos pechos
son como dos crías
gemelas de gacela que pacen entre
lirios.
Siempre
se hizo todo aquello que el conocimiento (a veces empírico) de la ciencia de la
época hubo permitido con tal de poseer unos pechos turgentes aunque los grandes
volúmenes no siempre fueron del agrado estético del momento.
Desde la utilización de artilugios en el vestir, hasta las modernas prótesis mamarias, pasando por todo tipo de aplicaciones cosméticas e incluso letales inyecciones de sustancias nocivas.
Desde la utilización de artilugios en el vestir, hasta las modernas prótesis mamarias, pasando por todo tipo de aplicaciones cosméticas e incluso letales inyecciones de sustancias nocivas.
Todo
con tal de lucir el pecho que ordena el canon de belleza.
¿Pero, cual es realmente el
canon de belleza mamaria?. La pregunta da para mucho, ya que este canon ha variado pendularmente a través de la historia, y habría que preguntarse cuando y donde.
Pero sera motivo de nuevas entregas.
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